lunes, 19 de septiembre de 2011

BAJO LOS ADOQUINES, LA CIENCIA


“Bajo los adoquines, la ciencia” juega con una idea de libertad. Ahora que las reivindicaciones sociales se muestran tan presentes como necesarias y pendientes del camino que toma la “primavera árabe”, este título (prestado del mayo del 68) me parece más adecuado que cuando surgió, hace casi dos años. En aquel momento trataba de presentar a la ciencia como el adalid que exige una transformación social. Y la idea no ha cambiado; si acaso, ha ganado fuerza.

En el libro, como fragmentos de vida, se suceden algunas de las anécdotas de los personajes que han construido nuestro presente. Sus historias, salpicadas con el pincel de la ciencia, nos enseñan a situarnos en el terreno de juego que es el mundo actual. Conocer y comprender ese presente bajo la perspectiva de cada uno pasa por entender lo que estamos viviendo. Y ahí juega un papel determinante nuestro saber científico.

Después de haberle arrancado una década al siglo XXI, términos como células madre, cromosomas o ADN están perfectamente instalados en el subconsciente colectivo de la sociedad. Pero a veces su significado se enmaraña y se pierde por culpa de la superstición, la vagancia intelectual o la inmensa osadía de la ignorancia.

Así pues, en esta recopilación de artículos perfectamente ilustrados por el dibujante Juan Manuel Beltrán y prologados por el genial profesor el Doctor Juan Ramón Lacadena, el que escribe intenta –desde su modesta posición- dar luz a algunas de las dudas que la ciencia genera. Dentro de muy pocos días estará en la calle. Espero, lector, que hincarle el diente sea sólo la forma reivindicativa que tienes de enfrentarte al futuro de una forma crítica y decidida. Porque sólo el conocimiento nos hace plenamente libres.

lunes, 2 de mayo de 2011

BIN LADEN HA MUERTO

El ejército americano ha matado a Osama Bin Laden, no me cabe duda. No sé si habrán acabado con su vida o sólo con el mito, pero el de ayer estoy seguro de que fue el último día en el que el icono del terror americano pululó por la conciencia colectiva estadounidense como un ente con vida. Y esta certeza se la debo a los signos, a los detalles, que, como siempre, son los que acaban dando forma a la verdad. La presencia de Obama anunciando la operación y la felicitación pública de los presidentes y primeros ministros de los gobiernos occidentales son esos símbolos que rodean todo el acto de la certidumbre que me posee. Así que si la operación de ayer arroja dudas sobre la identidad del supuesto difunto, lo que no deja lugar a vacilaciones es el hecho de que el gobierno americano tiene la certidumbre de que Bin Laden está muerto.

Respecto a arrojar su cadáver al mar, me parece que la aparente torpeza que pueda parecernos a primera vista, es sólo el disfraz de un plan estudiado y meditado hasta las últimas consecuencias. Habrá quien ahora diga que ese cuerpo que yace en alguna fosa abisal de ninguna parte no es el del enemigo público número uno; tocará dar explicaciones y presentar argumentos que se pisarán según las fuentes. Pero la realidad es que la presencia de su cuerpo, con o sin vida, hubiera presentado más inconvenientes que ventajas. Facilitarle permanecer en el tiempo como mártir hubiera sido más sencillo con su cuerpo sobre la mesa de un forense. Pero así, hundido a cientos de metros bajo la superficie del mar, el objetivo se vuelve más complicado.

Ahora dicen que el nivel de alarma crece por miedo a represalias de Al Qaeda. Yo creo que la alarma existe, pero precisamente por el motivo contrario. La organización terrorista sigue viva y lo sigue tanto como hace un par de semanas. Bin Laden seguramente ya no era nadie. Y digo que no lo era como cabeza pensante. Sólo era un icono. Una marca. Pero su voz no se dejaba oír desde hacía mucho tiempo en las actividades de la banda terrorista. Y Al Qaeda tiene que demostrarlo. Su capacidad para matar permanece intacta. También hoy, después de la muerte de Osama. Por eso la posibilidad de que cometan un atentado internacional quizá esté más presente que antes del día de ayer.

Lo que no tengo tan claro es que, como ha dicho el presidente Obama, el mundo sea hoy un lugar mejor. No tengo claro que el grado de miedo que el terrorismo internacional impone desde hace años baje su nivel con esta muerte. La medida de efectismo que este acto pueda tener nos la dará el tiempo. Y Bin Laden no estará para verlo…