viernes, 5 de noviembre de 2010

CIUDADANOS DE SEGUNDA

El caso reciente de la niña de diez años que ha sido madre es alarmante y preocupante. Una señal de que las cosas no se están haciendo bien. Y es necesario que este caso ocupe portadas de periódicos, foros de Internet e incluso que las conversaciones en la calle se ocupen de él, porque no podemos asumir como normal un hecho como éste.

Que esa niña tuviera ya la menstruación no quiere decir que la naturaleza la hubiera preparado para ser madre. A diferencia de lo que pasa en otras especies, en los humanos, tener la capacidad para tener un hijo no es condición suficiente para hacerlo. Con el comienzo de la menstruación se inicia el desarrollo de una serie de caracteres sexuales secundarios y de otros caracteres no sexuales relacionados con el desarrollo físico de la mujer que a medio plazo facilitarán el curso correcto del embarazo y el consiguiente parto. Pero no resulta difícil entender que a la edad de 10 años el cuerpo de esa madre carece de la preparación fisiológica necesaria para dar a luz.

Independientemente de la nacionalidad de esa prematura madre, es obligación de todos preguntarnos qué estamos haciendo mal. Sin duda, en nuestros juicios, una parte de la culpa recaerá en ella, pero no podemos quedarnos ahí. Ni siquiera podemos volcar toda la responsabilidad en un entorno que intenta dotar al hecho de cierta normalidad y que tenía a la niña sin escolarizar. Debemos mirarnos a nosotros mismos, a nuestros adentros, a nuestra clase política y a la sociedad que hemos construido. Porque este tipo de personas nos resultan incómodas. Porque lo fácil es excluirlas. Porque no queremos que nuestros hijos vayan con ellos al colegio. Y porque sus votos no cuentan. Porque todo eso, al final, los convierte en ciudadanos de segunda, y en segunda todo se ve con otros ojos.

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